Inversiones
Extranjeras
Alguna gente
llama a los programas de libertad económica un ‘programa negativo’. Dicen:
‘¿Qué es lo que Uds. los liberales desean realmente? Están en contra del
socialismo, del intervencionismo gubernamental, de la inflación, de la
violencia sindical, de las tarifas de protección… Uds. dicen ‘no’ a todo’.
Yo llamaría a
esta declaración una poco profunda y prejuiciada formulación del problema.
Por que es
posible formular un programa liberal en una forma positiva. Si una
persona dice: ‘Yo estoy en contra de la censura’, no es negativa; está a favor
que los autores tengan el derecho de determinar lo que desean publicar, sin
interferencia del gobierno.
Esto no es
negativismo, es precisamente libertad. (Desde ya, cuando uso el término
‘liberal’ con respecto a las condiciones del sistema económico, quiero
significar liberal en el antiguo sentido clásico de la palabra)
Actualmente, la mayor parte de la gente considera las notables diferencias en
el nivel de vida de diferentes países como insatisfactoria. Hace doscientos
años atrás, las condiciones en Gran Bretaña eran mucho peores que lo que hoy
son en la India. Pero en 1750 los Británicos no se llamaban a sí mismos
‘subdesarrollados’ o ‘atrasados’ porque no estaban en situación de comparar las
condiciones de su país con las de países en los cuales las condiciones
económicas eran más satisfactorias. En la actualidad, todos los pueblos que no
han alcanzado el nivel de vida promedio de los EEUU creen que hay algo que no
está bien en su propia situación económica. Muchos de estos países se llaman a
sí mismos “países en desarrollo” y – como tales – piden ayuda de los así
llamados países desarrollados o súper-desarrollados.
Permítanme
explicar la realidad de esta situación. El nivel de vida es más bajo en los
denominados ‘países en desarrollo’ porque la utilidad promedio proveniente del
mismo tipo de trabajo es más bajo en esos países que en algunos países de
Europa Occidental, Canadá, Japón y – especialmente – los EEUU. Si tratamos de
averiguar las razones de esta diferencia, debemos entender que no se debe a la
inferioridad de los trabajadores u otros empleados. Prevalece en algunos grupos
de trabajadores Norte Americanos una tendencia a creer que ellos son mejores
que otra gente – que es a raíz de su propio mérito que están obteniendo
salarios más altos que otra gente.
Solamente sería
necesario que un trabajador Norteamericano visitara otro país – digamos Italia,
de donde provienen muchos trabajadores Norteamericanos o sus antepasados – que no
son sus cualidades personales sino las condiciones prevalecientes en el
país las que hacen posible que el gane salarios más altos. Si un Siciliano
emigra a los EEUU, muy rápidamente estará ganado un salario de un nivel
habitual en los EEUU. Y si el mismo hombre vuelve a Sicilia, descubrirá que su
visita a los EEUU no le ha dado cualidades que le permitan ganar, en Sicilia,
salarios más altos que sus paisanos.
Ni tampoco
puede explicarse esta situación económica dando por sentado algún tipo de
inferioridad en los empresarios que actúan fuera de los EEUU. Es un hecho que
fuera de los EEUU, Canadá, Europa Occidental y ciertas partes de Asia, el
equipamiento de las fábricas y los métodos tecnológicos empleados son
considerablemente inferiores a los que se encuentran dentro de los EEUU. Pero
esto no se debe a la ignorancia de los empresarios en esos países subdesarrollados.
Ellos saben muy bien que las fábricas en los EEUU y Canadá están mejor
equipadas. Ellos saben todo lo que es necesario saber sobre tecnología, y si no
lo saben, tiene la oportunidad de aprender lo que necesitan conocer a través de
libros de texto y de revistas técnicas que diseminan este conocimiento.
Nuevamente: la
diferencia no es la inferioridad personal o la ignorancia. La diferencia es la
disponibilidad de capital, la cantidad de bienes de capital disponibles. En
otras palabras, el monto de capital invertido por unidad de población es mayor
en los así llamados ‘países desarrollados’ que en los llamados ‘países
subdesarrollados’.
Un empresario
no puede pagar a un trabajador por encima del valor agregado por el trabajo de
este empleado al valor del producto. No puede pagarle más que lo que los
clientes están dispuestos a pagar por el trabajo adicional de este
trabajador individual. Si le paga más, no lo recuperará de sus clientes.
Incurrirá en pérdidas y, como he indicado una y otra vez y todo el mundo sabe,
un empresario que sufre pérdidas debe cambiar sus métodos de hacer negocio o
irá a la quiebra.
Los economistas
describen este estado de cosas diciendo que ‘los salarios son determinados por
la productividad marginal del trabajo’ Esto es solamente otra forma de expresar
lo que ya he dicho antes. Es un hecho que la escala de salarios es determinada
por el monto por el cual el trabajo del asalariado incrementa el valor del
producto. Si una persona trabaja con herramientas mejores y más eficientes
puede rendir en una hora mucho más que una persona que trabaja una hora con
instrumental menos eficiente. Es obvio que 100 personas trabajando en una
fábrica Norteamericana de zapatos, equipada con las más modernas herramientas y
máquinas, producen mucho más, en el mismo período de tiempo, que 100 obreros
del calzado en la India, que deben trabajar de una forma menos sofisticada, con
herramientas anticuadas.
Los empleadores
de todos estos países ‘en desarrollo’ saben muy bien que mejores herramientas
permitirán que sus empresas sean más rentables. Les gustaría construir más y
mejores fábricas. La única cosa que les impide hacerlo es la escasez de
capital. La diferencia entre los países ‘en desarrollo’ y los países
‘desarrollados’ es una función de tiempo. Los Británicos comenzaron a ahorrar
antes que todas las otras naciones. También comenzaron antes a acumular capital
y a invertirlo en negocios. Dado que comenzaron antes, existía un más alto
nivel de vida en Gran Bretaña cuando, en todos los demás países europeos,
existía todavía un más bajo nivel de vida. Gradualmente, todas las otras
naciones, comenzaron a estudiar las condiciones Británicas y no les fue difícil
descubrir la razón de la riqueza de Gran Bretaña. Así comenzaron a imitar los
métodos Británicos de negocio. Dado que las otras naciones comenzaron más tarde
y que los Británicos no se detuvieron en su inversión de capitales, quedaba
todavía una gran diferencia entre las condiciones de Inglaterra y las
condiciones de esos otros países. Pero algo ocurrió que hizo desaparecer la
ventaja de Gran Bretaña. Lo que sucedió fue el mayor evento en la historia del
S. XIX, no solamente en la historia individual de algún país. Este gran evento
fue el desarrollo, en el S. XIX de la inversión extranjera. En 1817, Ricardo,
el gran economista Británico, daba por sentado que el capital podía ser
invertido solamente dentro de las fronteras de un país. Daba por hecho que los
capitalistas no tratarían de invertir en el extranjero. Pero unas pocas décadas
más tarde, las inversiones de capital en el exterior comenzaron a jugar un
importantísimo rol en los asuntos mundiales.
Sin inversión
de capital, habría sido necesario para las naciones menos desarrolladas que
Gran Bretaña, comenzar con los métodos y la tecnología con que los Británicos
habían comenzado al principio y la mitad del S. XVIII, y lentamente, paso a
paso – siempre muy por debajo del nivel tecnológico de la economía Británica –
tratar de imitar lo que los Británicos habían hecho.
Les habría
tomado – a estos países – muchas, muchas décadas para alcanzar el nivel de
desarrollo tecnológico que Gran Bretaña habría alcanzado cien o más años antes
que ellos. Pero el gran evento que ayudó a estos países fue la inversión
extranjera.
Inversión
extranjera significaba que los capitalistas Británicos invirtieron capital
Británico en otras partes del mundo. Primero invirtieron en aquellos países
Europeos que, desde el punto de vista de Gran Bretaña, tenían escasez de
capital y estaban retrasados en su desarrollo. Es un hecho bien conocido que
los ferrocarriles de la mayoría de los países Europeos, y también los de EEUU,
fueron construidos con la ayuda del capital Británico.
Como Uds.
saben, lo mismo ocurrió en este país, Argentina.
Las compañías
de gas en todas las ciudades de Europa también fueron británicas. A mediados de
la década de los 1870s, un Británico, autor y poeta, criticó a sus
conciudadanos. Dijo: ‘Los Británicos han perdido su antiguo vigor y no tienen
más nuevas ideas. No son más una nación importante, con liderazgo en el mundo’.
A lo cual Herbert Spencer, el gran sociólogo, contestó: ‘Mire el continente
Europeo. Todas las capitales Europeas tienen luz porque una compañía de gas
Británica les provee el gas’. Esto era, desde luego, en lo que nos parece la
edad ‘remota’ de la iluminación a gas. Y siguiendo con la respuesta al crítico
Británico, Herbert Spencer agregaba: ‘Dice Ud. que los Alemanes están muy por
delante de Gran Bretaña. Pero mire a Alemania. Aún Berlín, la capital del Reich
Alemán, la capital de Geist, estaría a oscuras si una compañía de gas
Británica no hubiera invadido el país e iluminado las calles’ De la misma
manera, el capital Británico desarrolló los ferrocarriles y muchas ramas de la
industria en los EEUU. Y, desde luego, en la medida en que el país importa
capitales, su balanza comercial se convierte en los que los no-economistas
denominan ‘desfavorable’.
Eso significa
que tiene un exceso de importaciones sobre las exportaciones. El motivo de la,
para Gran Bretaña, ‘favorable balanza comercial’ era que las fábricas
Británicas enviaban muchos tipos de equipamiento a los EEUU y este equipamiento
no era pagado en dinero sino por las acciones en las empresas Norteamericanas.
Este período de la historia de los EEUU se prolongó hasta los 1890s.
Pero cuando los
EEUU, con la ayuda del capital Británico – y más tarde con la ayuda de sus
propias políticas pro-capitalistas – desarrollaron su propio sistema económico
de una forma sin precedentes, los americanos comenzaron a recomprar las
acciones que en su momento habían vendido a los extranjeros. Entonces los EEUU
tenían un excedente de exportaciones sobre importaciones. La diferencia fue
cancelada con la importación – la repatriación, como alguien lo llamó – de las
acciones de las empresas Norteamericanas Este período se prolongó hasta la
Primera Guerra Mundial. Lo que ocurrió después es otra historia. Es la historia
de los subsidios Norteamericanos otorgados entre y después de las dos guerras
mundiales a los países beligerantes; los préstamos, las inversiones hechas por
EEUU en Europa, además de los préstamos-y-arriendos, la ayuda extranjera, el
Plan Marshall, alimentos que fueron enviados a ultramar y otros subsidios.
Enfatizo esto porque la gente a veces cree que es vergonzoso o degradante tener
capital extranjero trabajando en su propio país. Debe entenderse que, en todos
los países excepto Inglaterra, la inversión de capital extranjero tuvo un rol
importante en el desarrollo de las modernas industrias.
Si afirmamos
que la inversión extranjera fue el mayor evento histórico del S. XIX, debe
pensarse en todas las cosas que no habrían llegado a existir de no haber
existido esa inversión extranjera. Todos los ferrocarriles, los puertos, las
factorías y minas en Asia, el Canal de Suez y otras tantas cosas en el Hemisferio
Occidental, no habrían sido construidos si no hubiera existido la inversión
extranjera.
La inversión
extranjera se realiza con la expectativa que no será expropiada. Nadie
invertiría nada si supiera con anticipación que alguien expropiaría su inversión.
En el momento en que se realizaron dichas inversiones extranjeras en el S. XIX,
y a principios del S. XX, no existía la cuestión de la expropiación. Desde el
principio, algunos países mostraron una cierta hostilidad hacia el capital
extranjero, pero en su mayor parte se dieron buena cuenta que obtenían una
enorme ventaja de estas inversiones extranjeras.
En algunos
casos, estas inversiones extranjeras no fueron hechas directamente a
capitalistas en el país de destino, sino indirectamente por medio de préstamos
al respectivo gobierno. Y era entonces el gobierno quien usaba el dinero para
las inversiones. Así fue, por ejemplo, el caso de Rusia. Por razones puramente
políticas, los Franceses invirtieron en Rusia, en las dos décadas precedentes a
la Primera Guerra Mundial, alrededor de veinte mil millones de francos oro,
prestándolos principalmente al Gobierno Ruso. Todas las grandes empresas del
Gobierno Ruso – por ejemplo el ferrocarril que conecta Rusia desde los Montes
Urales, a través de la nieve y el hielo de Siberia, hasta el Pacífico – fueron
realizadas, mayormente, con el capital extranjero prestado al Gobierno Ruso. Se
darán cuenta que los franceses ni pensaron que un día habría un Gobierno Ruso
comunista que simplemente declararía que no pagaba las deudas incurridas por su
predecesor, el Gobierno Zarista.
Con la Primera
Guerra Mundial, comenzó un período de una guerra universal, una guerra abierta
contra las inversiones extranjeras. Dado que no existe remedio alguno para
prevenir que un gobierno expropie el capital invertido, no existe,
prácticamente, protección legal alguna para las inversiones extranjeras en el
mundo de hoy en día. Los capitalistas no previeron esto. Si los capitalistas de
los países exportadores de capital se hubieran dado cuenta de ello, todas las
inversiones extranjeras habrían terminado hace cuarenta o cincuenta años atrás.
Pero los capitalistas no podían creer que algún país fuera tan falto de ética
como para incumplir una deuda o expropiar y confiscar la inversión extranjera.
Con estos
hechos comenzó un nuevo capitulo de la historia económica del mundo. Y llegó al
final un gran período del Siglo XIX cuando las inversiones extranjeras ayudaron
a desarrollar, en todo el mundo, modernos métodos de transporte, manufactura,
minería y agricultura. Llegó un nuevo período en el cual los gobiernos y los
partidos políticos consideraban al inversor extranjero como un explotador que
debía ser expulsado del país.
En esta actitud
anticapitalista, los soviéticos no fueron los únicos pecadores. Recuérdese, por
ejemplo, la expropiación de los campos petrolíferos en México, así como las
cosas que ocurrieron en esta país (Argentina) que no considero necesario
comentar.
La situación en
el mundo hoy en día, creada por el sistema de expropiación del capital
extranjero, consiste en: a) la expropiación directa y b) la expropiación
indirecta a través de controles de cambio o de impuestos discriminatorios. Este
es un problema, principalmente, de los países en desarrollo.
Tómese el
ejemplo del más grande estos países, la India. Bajo el sistema Británico, el
capital Británico (predominantemente capital Británico pero también de otras
naciones europeas) fue invertido en la India. Y los Británicos exportaron a la
India algo más que debe mencionarse al respecto: exportaron a la India modernos
métodos para combatir las enfermedades infecciosas. El resultado fue un
tremendo incremento de la población en la India y un correspondiente incremento
en los problemas de ese país. Enfrentada a una situación que empeoraba, la
India se volvió hacia la expropiación como un medio de solucionar sus
problemas. Pero no siempre fue una expropiación directa; el Gobierno hostigó a
los capitalistas extranjeros, obstaculizando sus negocios de tal manera que
estos inversores extranjeros se vieron forzados a malvender sus empresas. La
India pudo así, desde luego, acumular capital por otro método, la acumulación
doméstica de capital. Sin embargo la India es tan hostil a la acumulación
doméstica de capital como al capital extranjero. El Gobierno de la India dice
que desea industrializar su país, pero lo que realmente tiene in mente es
tener empresas socialistas. Hace unos pocos años, el estadista
Jawaharlal Nehru publicó una colección de sus discursos. El libro fue lanzado
con la intención de hacer más atractiva la inversión extranjera en la India. El
Gobierno de la India no se opone al capital extranjero antes que sea
invertido. La hostilidad comienza cuando el capital ya ha sido invertido.
En este libro – cito literalmente – el Sr. Nehru dice: “Desde ya deseamos
concretar el socialismo. Pero no estamos opuestos a la empresa privada.
Deseamos alentar, de toda forma, la empresa privada. Deseamos prometer a los
empresarios que inviertan en nuestro país que nos los expropiaremos ni los socializaremos
por diez años, quizás por un período más largo” ¡Y él pensaba que esto era una
invitación para venir a la India! El problema – como Uds. saben – es la
acumulación doméstica de capital. En todos los países, hoy en día, hay muy
altos impuestos sobre las empresas. De hecho existe una doble imposición sobre
las sociedades. Primero, las utilidades de las empresas están sujetas a muy
altos impuestos y, segundo, los dividendos que esas empresas pagan a sus
accionistas están nuevamente sujetos a impuestos. Y esto se hace de una forma
progresiva.
La imposición
progresiva sobre las utilidades y los dividendos significa que precisamente esa
parte de las utilidades que la gente podría haber ahorrado y volver a invertir,
se elimina con los impuestos. Tómese el ejemplo de los Estados Unidos. Hace
unos pocos años existía un impuesto sobre las “utilidades excesivas” el cual
significaba que por cada dólar ganado la empresa retenía solamente dieciocho
centavos. Cuando estos dieciocho centavos eran pagados como dividendos a los
accionistas, aquellos que tenían una gran cantidad de acciones tenían que pagar
otro sesenta ú ochenta ó aún un mayor porcentaje de los mismos como impuestos.
Del dólar de utilidad podía guardarse solamente siete centavos y los otros
noventa y tres centavos iban al Gobierno. De estos noventa y tres centavos, una
gran parte podría haberse ahorrado o reinvertido. En cambio, el Gobierno lo
usaba para gastos corrientes. Esta es la política de los Estados Unidos.
Creo que ha
quedado claro que la política de los Estados Unidos no es un ejemplo para ser
imitado por otros países. Esta política de los Estados Unidos es peor que mala,
es insana. La única cosa que desearía agregar es que los países ricos
pueden darse el lujo de tener más políticas erróneas que un país pobre. En los
Estados Unidos, a pesos de estos sistemas impositivos, existe todavía
acumulación de capital e inversiones adicionales, cada año, y – por lo tanto –
existe todavía una tendencia hacia el mejoramiento del nivel de vida.
Peo en muchos
otros países el problemas es muy crítico. No hay – o no hay suficiente – ahorro
doméstico, y la inversión de capital desde el exterior se reduce
considerablemente por el hecho que estos países son abiertamente hostiles a la
inversión extranjera. ¿Cómo pueden hablar de industrialización, de la necesidad
de desarrollar nuevas plantas, de mejorar condiciones, de elevar el nivel de
vida, de tener mejores salarios, mejores medios de transporte, si hacen cosas
que tienen precisamente el efecto contrario? Lo que sus políticas realmente
logran es impedir la acumulación de capital doméstico, o reducir su tasa de
crecimiento, y poner obstáculos para la llegada del capital extranjero.
El resultado
final es, ciertamente, muy malo. Tal situación ocasiona una pérdida de confianza,
y hoy en día hay cada vez más y más desconfianza por parte de la inversión
extranjera. Aún si dichos países cambiaran inmediatamente sus políticas e
hicieran todas las promesas posibles, es muy dudoso que pudieran una vez más
inspirar a los capitalistas extranjeros que inviertan.
Existe, por
supuesto, algunos métodos para evitar esta consecuencia. Uno podría ser
establecer algún tipo de estatutos internacionales, no solamente acuerdos, que
podrán sacar el tema de las inversiones de las jurisdicciones nacionales. Esto
es algo que podrán hacer las Naciones Unidas. Pero las Naciones Unidas es
simplemente un lugar de reunión para discusiones inútiles. Dándose cuenta de la
enorme importancia de la inversión extranjera, comprendiendo que las inversiones
extranjeras pueden producir un mejoramiento en las condiciones políticas y
económicas mundiales, se podría tratar de hacer algo desde el ángulo de la
legislación internacional.
Este es un
problema técnico-legal, que solamente menciono, ya que la situación no es
desesperada. Si el mundo realmente quisiera hacer posible a los países no
desarrollados poder elevar su nivel de vida al nivel de los Estados Unidos,
entonces podría hacerse.
Solamente es
necesario entender cómo podría hacerse.
Lo que falta
para hacer a los países no desarrollados tan prósperos como los Estados Unidos,
es solamente una cosa, capital, y – por supuesto – la libertad para
utilizarlo bajo la disciplina del mercado y no bajo la disciplina de los
gobiernos. Estas naciones deben promover la acumulación de capital doméstico y
hacer posible que los capitales extranjeros lleguen a sus países.
Para el
desarrollo del ahorro doméstico se hace necesario mencionar otra vez que el
ahorro doméstico, de las masas populares, presupone la existencia de una unidad
monetaria estable. Esto implica la ausencia de cualquier clase de
inflación.
Una gran parte
del capital utilizado por las compañías Estadounidenses es propiedad de los
mismos trabajadores y de otra gente de modestos recursos. Billones y billones
de dólares en depósitos en cajas de ahorro, de bonos y de pólizas de seguro son
el capital utilizado por estas empresas. En el mercado financiero de los
Estados Unidos hoy en día, los grandes prestamistas de dinero no son más los
bancos sino las compañías aseguradoras, cuyo dinero es propiedad – no
técnicamente pero sí desde un punto de vista económico – de los asegurados. Y
prácticamente cualquier persona en los Estados Unidos está asegurada, de una u
otra forma. El prerrequisito para una mayor igualdad económica en el mundo es
la industrialización. Y ésta es posible solamente a través de un incremento en
la inversión de capital, una mayor acumulación de capital. Quizás Uds.
estén
asombrados que no he mencionado una medida que se considera el método
primordial para industrializar un país. Hablo del proteccionismo. Pero las
tarifas y los controles de cambio son exactamente los medios para impedir la
inversion de capital en un país y su industrialización. El único camino para
incrementar la industrialización es tener más capital. El proteccionismo
solamente desvía las inversiones de un sector de negocios a otro. El
proteccionismo, por sí solo, no agrega nada al capital de un país. Paras
instalar una nueva fábrica uno necesita capital. Para mejorar una fábrica ya
existente uno necesita capital, no una tarifa.
No deseo
explayarme sobre el problema de la libertad de comercio o sobre el
proteccionismo. Espero que la mayor parte de sus libros de texto sobre
economía, lo expliquen de una manera adecuada. La protección no mejora la
situación económica de un país. Y lo que ciertamente no la mejora, es el
sindicalismo. Si las condiciones son insatisfactorias, si los salarios son
bajos, si el salariado de un país mira a los Estados Unidos y lee sobre lo que
pasa allí, si ve en las películas como el hogar de un Estadounidense promedio
estás equipado con todo el confort moderno, puede tener envidia. Tiene toda la
razón en decir “Deberíamos tener lo mismo”. Pero la única manera de obtenerlo
es el incremento del capital.
Los sindicatos
usan de la violencia contra los empresarios y contra la gente a quien llaman
“rompehuelgas”. A pesar de su poder y de su violencia, sin embargo, los
sindicatos no pueden elevar los salarios, continuamente, para todos los asalariados.
Igualmente inefectivos son los decretos gubernamentales fijando salarios
mínimos. Lo que los sindicatos logran, si tienen éxito en elevar las escalas
salariales, es un permanente, duradero desempleo.
Pero los
sindicatos no pueden industrializar el país, no pueden elevar el nivel de vida
de los trabajadores. Y éste es el punto crítico. Debe comprenderse que todas
las políticas de un país, cuyo objetivo sea mejorar el nivel de vida, deben
dirigirse hacia un incremento de la inversión de capital per cápita.
Esta medida de inversión de capital per cápita todavía se está
incrementando en los Estados Unidos, a pesar de todas sus malas políticas. Lo
mismo es cierto respecto a Canadá y a algunos países de Europa Occidental.
Pero, infortunadamente, se está reduciendo en países como la India.
Leemos todos
los días en los periódicos que la población mundial se está volviendo cada vez
más grande, quizás 45 millones de personas – ó aún más – por año. ¿Cómo
terminará esto? ¿Cómo serán los resultados y las consecuencias? Recuerden lo
que dije sobre Gran Bretaña. En 1750 los Británicos pensaban que seis millones
de habitantes constituían una tremenda sobrepoblación para las Islas Británicas
y que estaban encaminados hacia hambrunas y plagas. Pero al principio de la
Segunda Guerra Mundial, en 1939, cincuenta millones de habitantes vivían en las
Islas y con un nivel de vida incomparablemente superior al que habían tenido en
1750. Esto fue el efecto de lo que se denomina industrialización, una palabra
algo inadecuada. El progreso de Gran Bretaña se originó en el incremento de la
inversión de capital per cápita. Como mencioné antes, existe un solo
camino para que una nación logre la prosperidad. Si se incrementa el capital,
se incrementa la productividad marginal del trabajo, y el resultado será
que los salarios reales se elevarán. En un mundo sin barreras a las
migraciones, habría una tendencia mundial hacia el igualamiento de los noveles
salariales. Si no existieran barreras a las migraciones hoy en día,
probablemente veinte millones de personas, por año, tratarían de llegar los
Estados Unidos, para conseguir mejores salarios. Ese influjo reduciría los
salarios en los Estados Unidos y los aumentaría en otros países.
No dispongo del
tiempo para analizar este problema de las barreras a las migraciones.
Pero deseo
remarcar que existe otro método para el igualamiento de los noveles salariales
en todo el mundo. Este otro método, que opera en ausencia de la libertad para
migrar, es la migración de capital. Los capitalistas tienen la tendencia
de mudarse hacia aquellos países donde exista una gran cantidad de fuerza
laboral disponible y en los cuales los resultados del trabajo sean razonables.
Y por el hecho que exportan capital a esos países dan lugar a un a tendencia
hacia mayores niveles salariales. Esto ha funcionado así en el pasado y
funcionará en el futuro de la misma manera.
Cuando el
capital Británico fue invertido por primera vez en – digamos – Austria o
Bolivia, los niveles salariales eran muy, muy inferiores a los prevalecientes
en Gran Bretaña. Pero esta inversión adicional de capital dio lugar a una
tendencia hacia mayores salarios en esos países. Y dicha tendencia prevaleció
en todo el mundo. Es un hecho bien conocido, por ejemplo, que tan pronto la
United Fruit Company se instaló en Guatemala, el resultado fue una tendencia
general hacia mayores niveles salariales, comenzando con los salarios que
pagaba la United Fruit Company, lo que hizo necesario que otros empleadores pagaran
también salarios más altos. Por lo tanto, no existe razón alguna para ser
pesimista respecto al futuro de los países “no desarrollados” Estoy totalmente
de acuerdo con los comunistas y con los sindicatos cuando dicen “Lo que se
necesita es elevar el nivel de vida”. Hace poco tiempo, en un libro publicado
en los Estados Unidos, un profesor indicó: “Ahora tenemos suficiente de todo,
¿por qué la gente en el mundo trabaja tan duro todavía?” No dudo que este
profesor tiene de todo. Pero existe otra gente en otros países, también mucha
gente en los Estados Unidos, que desean y deberían tener un mejor novel de
vida. Fuera de los Estados Unidos – en América Latina y, aún más, en Asia y en
África – todos desean ver mejoradas las condiciones en su propio país. Un más
alto nivel de vida trae aparejado u más alto de nivel de cultura y
civilización.
Así es que
estoy totalmente de acuerdo con la meta final de elevar el nivel de vida en
todas partes. Pero estoy en desacuerdo con las medidas que deben adoptarse para
llegar a esa meta. ¿Qué medidas nos permitirán llegar a ese fin? No la
protección, no la interferencia del gobierno, no el socialismo, y – ciertamente
– no la violencia de los sindicatos (eufemísticamente llamada negociación
colectiva, de hecho, negociación a punta de pistola) Para llegar a esa
meta, como yo lo veo, ¡hay solamente un camino! Es un método lento.
Alguna gente
hasta podría decir: demasiado lento. Pero no hay atajos para llegar al paraíso
terrenal. Lleva tiempo y se debe trabajar. Pero no toma tanto tiempo como la
gente cree, y finalmente se llegará al objetivo buscado. En 1840, en la parte
occidental de Alemania – en Swabia y Würtemberg que era de las áreas más
industrializadas del mundo – se decía: “Nunca podremos alcanzar el nivel de los
Británicos, tienen la ventaja de haber empezado antes y siempre nos llevarán la
delantera” Treinta años más tarde los Británicos decían: “Esta competencia de
Alemania no podemos aguantarla más, debemos hacer algo para eliminarla”. En ese
momento el nivel de Alemania estaba subiendo muy rápidamente aproximándose al
nivel Británico. Y al presente, el nivel de ingreso per cápita de
Alemania no está, en absoluto, por detrás del Británico.
En el centro de
Europa está Suiza, un pequeño país al que la naturaleza ha dotado muy
pobremente. No tiene minas de carbón, no tiene minerales, no tiene recursos
naturales.
Pero su gente,
a través de los siglos, siguió continuamente una política capitalista. Han
desarrollado el más alto nivel de vida en Europa Continental y su país se ubica
entre los más grandes centros de civilización en el mundo. No veo porque
Argentina – que es mucho más grande que Suiza, tanto en población como en
superficie – no podría obtener el mismo alto nivel de vida después de algunos
años de buenas políticas. Pero – como he señalado antes – las políticas deben
ser buenas.
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