Socialismo
Estoy aquí en Buenos Aires como
invitado del Centro de Difusión de la Economía Libre 3 ¿Qué es la Economía Libre? 4 ¿Qué significa este sistema de libertad
económica? La respuesta es simple: es la economía de mercado. Es el sistema en
el cual la cooperación de los individuos en la división del trabajo en la
sociedad es obtenida por el mercado. Este mercado no es un lugar; es un proceso,
es la manera en la cual, comprando y vendiendo, produciendo y consumiendo, los
individuos contribuyen al funcionamiento de la sociedad.
Cuando nos ocupamos de este sistema de
organización económica – la economía de mercado – empleamos el término
‘libertad económica’. Muy a menudo, la gente malinterpreta lo que significa,
creyendo que la libertad económica es algo que está muy separada de las otras
libertades, y que estas otras libertades – que consideran son más importantes –
pueden ser preservadas aún en ausencia de la libertad económica. El significado
de la libertad económica es que el individuo esté en posición de elegir la
manera en la cual desea integrarse en la totalidad de la sociedad. El individuo
puede elegir su carrera, es libre de hacer lo que desea hacer.
Esto desde ya no significa, algún
sentido de los que mucha gente adjunta a la palabra libertad en la actualidad;
se la interpreta en el sentido que, a través de la libertad económica, el
hombre es liberado de las condiciones naturales. En la naturaleza no hay nada
que pueda ser identificado como libertad, existe solamente la regularidad de
las leyes de la naturaleza que el hombre debe obedecer si desea alcanzar algo.
Usando el término libertad aplicado a
los seres humanos, pensamos solamente en la libertad dentro de la sociedad. Sin
embargo, en la actualidad, las libertades sociales son consideradas por mucha
gente como independientes una de otra. Aquellos que hoy se llaman a sí mismos
‘liberales’ están reclamando políticas que son precisamente lo opuesto a
aquellas políticas por las que los liberales del Siglo XIX abogaban en sus
programas liberales. Los así llamados ‘liberales’ de hoy tienen la muy popular
idea que la libertad de expresión, de pensamiento, de prensa, la libertad
religiosa, la libertad para no estar prisionero sin juicio previo – que todas
estas libertades pueden ser preservadas en ausencia de lo que se llama libertad
económica. No se dan cuenta que en un sistema donde no existe el mercado, donde
el gobierno dirige y ordena todo, todas las otras libertades son ilusorias, aún
cuando hayan sido definidas por las leyes y se encuentren escritas en las
constituciones.
Tomemos una libertad, la libertad de
prensa. Si el gobierno es propietario de todas las imprentas, el gobierno
determinará lo que debe imprimirse y lo que no debe imprimirse. Y si el
gobierno es propietario de todas las imprentas y determina lo que puede y lo
que no puede ser impreso, entonces la posibilidad de imprimir cualquier tipo de
argumentos opuestos, es decir contrarios a las ideas del gobierno, se convierte
prácticamente en inexistente. La libertad de prensa desaparece. Y lo mismo
ocurre con todas las otras libertades.
En una economía de mercado, el
individuo tiene la libertad de elegir cualquier carrera que desee seguir,
elegir su propia forma de integrarse a la sociedad. Pero en un sistema
socialista, esto no es así: su carrera es decidida por un decreto del gobierno.
El gobierno puede ordenar a la gente que no le agrada, a la gente que no desea
que viva en ciertas regiones, mudarse a otras regiones o a otros lugares. Y el
gobierno siempre puede justificar y explicar dicho procedimiento declarando que
los planes gubernamentales requieren la presencia de este eminente ciudadano a
cinco mil millas del lugar en el cual no es agradable a los que están en el
poder.
Es verdad que la libertad que un hombre
puede tener en una economía de mercado, no es una libertad perfecta desde un
punto de vista metafísico. Pero no existe tal cosa como la libertad perfecta.
La libertad significa algo solamente dentro del marco de la sociedad. Los
autores sobre la ‘ley natural’, del Siglo XVIII, – sobre todo Jean Jacques
Rousseau – creían que alguna vez, en el remoto pasado, los hombres habían
disfrutado de algo llamado libertad ‘natural’. Pero en ese tiempo remoto, los
individuos no eran libres, estaban a la merced de cualquiera que fuera más
fuerte que ellos. Las famosas palabras de Rousseau ‘El hombre nace libre pero
en todos los lugares está encadenado’ pueden sonar muy lindas, pero el hombre –
de hecho – no nace libre. Cuando nace el hombre es un lactante muy
débil. Sin la protección de sus padres, sin la protección que la sociedad les
da a sus padres, no podría preservar su vida.
La libertad en sociedad significa que
un hombre depende tanto de la otra gente, como la otra gente depende de él. La
sociedad bajo la economía de mercado, bajo las condiciones de ‘economía
libre’ 5 significa un estado de los asuntos
sociales en los cuales cada uno sirve a sus conciudadanos y, en devolución, es
servido por ellos. La gente cree que en la economía de mercado hay patrones que
son independientes de la buena voluntad y el respaldo de otra gente. Creen que
los capitanes de la industria, los empresarios son los patrones del sistema
económico. Pero esto es una ilusión. Los verdaderos patrones en el sistema
económico son los consumidores. Y si los consumidores dejan de ser clientes de
una rama de negocios, estos empresarios son, ya sea forzados a abandonar su
posición eminente en el sistema económico y ajustar sus acciones a los deseos y
a las órdenes de los consumidores. Una de las más conocidas propagandistas del
comunismo fue Lady Passfield, bajo su nombre de soltera Beatrice Potter, y bien
conocida también a través de su esposo Sydney Webb. Esta dama era la hija de un
rico empresario y, cuando era todavía una mujer joven, trabajó como secretaria
de su padre. Escribe en sus memorias: ‘En el negocio de mi padre todos debían
obedecer la órdenes que daba mi padre, el patrón. Sólo él podía dar órdenes,
pero a él nadie podía darle orden alguna’ Esto era una visión muy corta de
miras. Ordenes realmente eran realmente dadas a su padre por los
consumidores, por los compradores. Lamentablemente, ella no podía ver estas órdenes,
no podía ver lo que sucedía en una economía de mercado, porque estaba
interesada solamente en las órdenes dadas en la oficina o en la fábrica de su
padre.
En todos los problemas económicos,
debemos tener in mente las palabras del gran economista francés Frédéric
Bastiat quien tituló uno de sus brillantes ensayos: ‘Ce qu’on voit et ce
qu’on ne voit pas’ (‘Lo que se ve y lo que no se ve’) Para comprender el
funcionamiento de un sistema económico, no sólo debemos ocuparnos de las cosas
que se pueden ver, pero también debemos prestar atención a las cosas que no
pueden percibirse directamente. Por ejemplo, una orden dada por el patrón a un
cadete de la oficina, puede ser oída por todos los que estén en la habitación.
Lo que no puede oírse son las órdenes dadas al patrón por sus clientes. El
hecho es que, bajo el sistema capitalista, los supremos patrones son los
consumidores. El soberano no es el estado, es la gente. Y la prueba que el
pueblo es el soberano es el hecho que tiene el derecho de ser estúpido. Este
es un privilegio del soberano. Tiene el derecho a cometer errores, nadie puede
impedir que los cometa, pero – desde luego – tiene que pagar por sus errores.
Si decimos que el consumidor es supremo o que el consumidor es soberano, no
decimos que el consumidor esté libre de fallas, que el consumidor sea un hombre
que siempre sabe lo que es mejor para él. Los consumidores muy a menudo compran
cosas o consumen cosas que no deberían compra o que no deberían consumir.
Pero la noción que una forma
capitalista de gobierno pueda impedir que la gente se perjudique a sí misma, a
través del control de su consumo, es falsa. La idea de un gobierno como
una autoridad paternal, como un guardián para todos, es la idea de aquellos que
favorecen el socialismo. En los EEUU, hace algunos años atrás, el gobierno
intentó lo que fue llamado un ‘noble experimento’- Este noble experimento
consistió en una disposición legal convirtiendo en ilegal comprar o vender
bebidas alcohólicas. Es totalmente cierto que mucha gente bebe demasiado brandy
y whiskey, y que pueden perjudicarse a sí mismos haciendo eso. Algunas
autoridades en los EEUU se oponen al fumar. Es cierto que hay mucha gente que
fuma demasiado y que fuma a pesar del hecho que sería mejor para ellos no
hacerlo. Esto plantea el tema que va más allá de la discusión económica:
muestra lo que la libertad significa realmente.
Concedido, es bueno impedir que la
gente se perjudique a sí misma bebiendo o fumando demasiado. Pero una vez que
Uds. hayan admitido esto, otra gente dirá: ¿Es el cuerpo lo único importante?
¿No es la mente del hombre mucho más importante? ¿No es la mente del hombre el
verdadero atributo del hombre, la real calidad humana? Si se le otorga al
gobierno el derecho a determinar el consumo del cuerpo humano, determinar si
uno debiera fumar o no fumar, beber o no beber, no hay buenas respuestas que
pueda dar a la gente que diga: ‘Más importante que el cuerpo es la mente y el
alma, y el hombre se perjudica mucho más leyendo malos libros, escuchando fea
música y mirando malas películas. Por lo tanto es el deber del gobierno impedir
a la gente cometer estas faltas’.
Como saben, por muchos cientos de años
los gobiernos y las autoridades creyeron que este era realmente su deber. Y
esto no pasó solamente en las épocas remotas; no hace mucho tiempo hubo un
gobierno en Alemania que consideraba un deber gubernamental distinguir entre
las buenas y las malas pinturas, lo cual – desde ya – significaba bueno y malo
desde el punto de vista de un hombre que, en su juventud, había fracasado en el
examen de ingreso a la Academia de Arte, de Viena; bueno y malo desde el punto
de vista de un dibujante de tarjetas postales, Adolf Hitler. Y se volvió ilegal
que la gente emitiera otra opinión sobre arte y pintura que la de él, el
Supremo Führer.
Una vez que comience a admitir que es
un derecho del gobierno controlar su consumo de alcohol, ¿qué puede responder a
aquellos que digan que el control de los libros y de las ideas es mucho más
importante? La libertad significa la libertad de cometer errores. Esto
es lo que tenemos que comprender. Podemos ser muy críticos con respecto a la
manera en que nuestros conciudadanos gastan su dinero y viven sus vidas.
Podemos estar convencidos que lo que están haciendo es totalmente insensato y
malo pero, en una sociedad libre, hay muchas maneras para que la gente
manifieste sus opiniones sobre cómo sus conciudadanos deberían cambiar su forma
de vida. Pueden escribir libros; pueden escribir artículos; pueden hacer
discursos; pueden hasta incluso predicar en las esquinas si así lo desean – y
así lo hacen en muchos países. Pero no deben tratar hacer de policía con
otra gente, para impedirles que hagan ciertas cosas, simplemente porque no
desean que esta otra gente tenga la libertad de hacerlo.
Esta es la diferencia entre la
esclavitud y la libertad. El esclavo debe hacer lo que su superior le ordena
que deba hacer, pero el ciudadano libre – y esto es lo que la libertad
significa – está en posición de elegir su propia forma de vida. Desde ya, en
este sistema capitalista puede haber abusos – y en efecto los hay – que cometan
ciertas personas. Es ciertamente posible hacer cosas que no deberían ser
hechas. Pero si estas cosas reciben la aprobación de una mayoría de la gente,
el que desapruebe siempre tiene una manera de intentar cambiar la mentalidad de
sus conciudadanos. Puede tratar de persuadirlos, de convencerlos, pero no puede
tratar de forzarlos usando su poder, el poder de la policía del gobierno.
En la economía de mercado, todos sirven
a sus conciudadanos sirviéndose a sí mismos.
Esto es lo que tenían in mente los
autores liberales del Siglo XVIII cuando hablaban sobre la armonía de los
intereses, correctamente entendidos, de todos los grupos y de todos los
individuos que componían la población. Y era esta doctrina de la armonía de los
intereses a la que se oponían los socialistas. Hablaban de un ‘irreconciliable
conflicto de intereses’ entre los diferentes grupos. ¿Qué significa esto?
Cuando Karl Marx – en el primer capítulo de Manifiesto Comunista, ese
pequeño panfleto que inauguró su movimiento socialista – aseguraba que existía
irreconciliable conflicto de intereses, no pido ilustrar su tesis con ejemplo
alguno, excepto los extraídos de las condiciones de la sociedad precapitalista.
En las épocas precapitalistas, la sociedad estaba dividida en grupos de
condición hereditaria, lo que en la India se denomina ‘castas’. En una sociedad
dividida en grupos hereditarios, un hombre – por ejemplo – no nacía como
francés, nacía como miembro de la aristocracia francesa, o de la burguesía
francesa o del campesinado francés. En la mayor parte de la Edad Media, era
simplemente un siervo. La servidumbre, en Francia, no desapareció totalmente
hasta después de la Revolución Americana- En otras partes de Europa despareció
aún más tarde.
Pero la peor forma en la que existía la
servidumbre – y que continuó existiendo aún después de la abolición de la
esclavitud – era en las colonias británicas. El individuo heredaba su ‘status’
de sus padres y lo retenía a lo largo de su vida. Lo transfería a sus hijos.
Cada grupo tenía privilegios y desventajas. Los grupos más altos tenían
solamente privilegios, los grupos más bajos solamente desventajas. Y no había
hombre que pudiera deshacerse de las desventajas legales que le imponía su
‘status’ sino con una pelea política contra las otras clases. Bajo dichas
condiciones, se podría decir que existía un ‘irreconciliable conflicto de
intereses entre los propietarios de los esclavos y los mismos esclavos’, porque
lo que los esclavos deseaban era liberarse de su esclavitud, de su calidad de
esclavos. Esto representaba, sin embargo, una pérdida para los propietarios.
Por lo tanto, no hay duda alguna, que
había este irreconciliable conflicto de intereses entre los miembros de las
diferentes clases.
Uno debe recordar que en esos tiempos –
en los cuales las sociedades de ‘status’ predominaban en Europa y en las
colonias que los europeos fundaron más tarde en América – la gente no se
consideraba relacionada de manera alguna en especial con las otras clases de su
propia nación, se sentían mucho más identificados con los miembros de su propia
clase de otros países. Un aristócrata francés no consideraba a los franceses de
clases más bajas como sus conciudadanos; era la ‘chusma’, la plebe, que no le
agradaba.
Consideraba solamente a los
aristócratas de otros países – los de Italia, Inglaterra y Alemania, por
ejemplo – como sus iguales. El más notable efecto de este estado de cosas era
el hecho que los aristócratas de toda Europa usaban el mismo idioma. Y este
idioma era el francés, una lengua que no era comprendida, afuera de Francia,
por otros grupos de la población. Las clases medias – la burguesía – tenían su
propia lengua, en tanto que las clases más bajas – el campesinado usaba
dialectos locales que muy a menudo no eran comprendidos por otros grupos de la
población. Lo mismo era cierto con respecto a la manera en que la gente se
vestía. Cuando se viajaba en 1750 de un país a otro, podía verse que las clases
superiores, los aristócratas, generalmente vestían de la misma manera en toda
Europa, y que las clases bajas vestían de manera diferente. Cuando se
encontraba alguien en la calle, podía darse cuenta inmediatamente – por la
manera en que vestía – a qué clase, a qué ‘status’ pertenecía.
Es difícil imaginar cuán diferentes
eran estas condiciones comparadas con las condiciones actuales. Cuando vengo de
los EEUU a la Argentina y veo un hombre en la calle, no puedo saber cuál es su
‘status’. Solamente puedo suponer que es un ciudadano de la Argentina y que no
es un miembro de algún grupo legalmente restringido. Esta es una cosa causada
por el capitalismo. Desde ya, hay diferencias dentro del capitalismo. Hay
diferencias en las riquezas, diferencias que los marxistas equivocadamente
consideran equivalentes a las antiguas diferencias que existían entre los
hombres en la sociedad de ‘status’.
Las diferencias dentro de una sociedad
capitalista no son las mismas que existen en una sociedad socialista. En la
Edad Media – y aún mucho más tarde en muchos países – una familia podía ser una
familia aristocrática y poseer una gran riqueza, podía ser una familia de
duques por centenares y centenares de años, cualquiera fueren sus calidades,
sus talentos, su carácter o su moral. Pero, bajo las modernas condiciones
capitalistas, existe lo que ha sido técnicamente descrito por los sociólogos
como ‘movilidad social’. El principio básico del funcionamiento de esta
movilidad social, de acuerdo con el sociólogo y economista italiano Vilfredo
Pareto, es ‘la circulation des élites’ (la circulación de las elites) Esto
significa que siempre hay gente que está al tope de la escala social, que son
ricos, que son políticamente importantes, pero esta gente – estas elites –
están cambiando continuamente.
Esto es completamente cierto en una
sociedad capitalista. Y no era cierto para una sociedad de ‘status’,
precapitalista. Las familias que eran consideradas las grandes familias
aristocráticas de Europa, hoy todavía son las mismas familias o, digamos, son
los descendientes de las familias que eran las más destacadas en Europa, 800 o
1000 años atrás. Los Capetos de Borbón – quienes por largo tiempo gobernaron
aquí en la Argentina – eran una casa real ya en el Siglo X. Estos reyes
gobernaron el territorio que es hoy conocido como Ile-de-France, extendiendo su
reinado de generación en generación. Pero en una sociedad capitalista existe
una permanente movilidad: pobres que se convierten en ricos y los descendientes
de esa gente rica que pierden su riqueza y se convierten en pobres. Hoy vi, en
una librería en una calle céntrica de Buenos Aires, una biografía de un hombre
de negocios que fue tan eminente, tan importante, tan característico de los
grandes negocios en el Siglo XIX en Europa, que aún en este país, tan lejos de
Europa, la librería tenía copias de su biografía. Por coincidencia conozco al
nieto de este hombre.
Tiene el mismo nombre que tenía su
abuelo y todavía tiene el derecho a utilizar el título de nobleza que su abuelo
– quien había comenzado como un herrero – había recibido ochenta años atrás.
Hoy su nieto es un pobre fotógrafo en la ciudad de Nueva York.
Otra gente, que eran pobres en el
momento en que el abuelo de este fotógrafo se convertía en uno de los más
grandes empresarios industriales de Europa, son hoy capitanes de la industria.
Cada uno tiene la libertad de cambiar su ‘status’. Esta es la diferencia entre
el sistema de ‘status’ y el sistema capitalista de libertad económica, en el
cual cada uno puede echarse la culpa sólo a sí mismo si no alcanza la posición
a la que desea llegar.
El más famoso empresario industrial del
Siglo XX, hasta ahora, es Henry Ford. Comenzó con unos pocos centenares de
dólares que había tomado en préstamo de sus amigos, y en muy corto tiempo
desarrolló una de las más importantes grandes empresas de negocio del mundo. Y
pueden descubrirse cientos de estos casos todos los días.
Cotidianamente, el New York Times publica
largos avisos de gente que ha muerto. Si se leen estas biografías, se puede
encontrar el nombre de un eminente hombre de negocios que empezó vendiendo
diarios en las esquinas de Nueva York. O empezó como un cadete de oficina, y en
el momento de su muerte era el presidente de la misma empresa bancaria en la
que comenzó en el nivel más bajo de la escala. Desde luego, no todas las
personas pueden alcanzar estas posiciones. No toda la gente desea alcanzarlas.
Hay gente que está más interesada en otros problemas y, para esta gente, se
abren hoy otros caminos que no estaban abiertos en los días de la sociedad
feudal, en los tiempos de la sociedad de ‘status’ El sistema socialista, sin
embargo, prohíbe esta fundamental libertad de uno de elegir su propia
carrera. Bajo las condiciones socialistas, hay una sola autoridad económica que
tiene el derecho de determinar todos los asuntos concernientes a la producción.
Una de las características salientes de nuestra época es que la gente usa
muchos nombres para la misma cosa. Un sinónimo para socialismo y comunismo es
‘planificación’. Si la gente habla de ‘planificación’ quieren significar, desde
luego, planificación centralizada, lo cual significa un plan hecho
por el gobierno, un plan que impide la planificación hecha por alguien que
no sea el gobierno.
Una Dama británica, que también es un
miembro de la Cámara Alta, escribió un libro titulado Plan OR No Plan (Plan
o ningún Plan), un libro que fue muy popular en el mundo.
¿Qué significa el título del libro?
Cuando ella dice ‘plan’, significa solamente el tipo de plan previsto por Lenin
y Stalin y sus sucesores, el tipo de plan que maneja todas las actividades de
toda la gente de una nación. Así, lo que esta Dama quiere significar es una planificación
central que excluya todos los planes que los individuos puedan tener. Su título
Plan o Ningún Plan es una ilusión, un engaño; la alternativa no es una
planificación central o ningún plan, la alternativa es la planificación
total de una autoridad del gobierno central o la libertad para que
los individuos puedan hacer sus propios planes, hacer su propia planificación.
El individuo planifica su vida, cada día, cambiando sus planes diarios a
voluntad. El hombre libre planifica diariamente sus necesidades; dice, por
ejemplo: ‘Ayer planeaba trabajar toda mi vida en Córdoba’. Ahora se entera de
mejores condiciones en Buenos Aires y cambia sus planes diciendo: ‘En vez de
trabajar en Córdoba, deseo ir a Buenos Aires’. Y eso es lo que significa la
libertad. Puede ser que esté equivocado. Puede ser que ir a Buenos Aires
resulte un error. Las condiciones para él podrían haber sido mejores en
Córdoba, pero él mismo hizo sus propios planes.
Bajo la planificación gubernamental, él
es como un soldado en un ejército. El soldado no tiene el derecho de elegir su
guarnición, el lugar donde hará el servicio militar. Debe obedecer órdenes. Y
el sistema socialista – como Karl Marx, Lenin y todos los líderes socialistas
lo sabían y lo admitían – edra la transferencia de las normas militares a todo
el sistema de producción. Marx hablaba de los ‘ejércitos industriales’ y Lenin
preconizaba ‘la organización de todo – el correo, la fábrica y otras industrias
– de acuerdo con el modelo del ejército’ Por consiguiente, en el sistema
socialista todo depende de la sabiduría, del talento, de las dotes de aquella
gente que forma la autoridad suprema. Aquello que el supremo dictador – o su
comité – no conoce, no se toma en cuenta. Pero el conocimiento que la
humanidad ha acumulado en su larga historia no es absorbido por todos y cada
uno; hemos acumulado a lo largo de los siglos una tan grande cantidad de
conocimiento científico y técnico, que es humanamente imposible para un
individuo conocer todas estas cosas, aunque sea el hombre con las mejores
dotes.
Y la gente es diferente, son
desiguales. Siempre lo serán. Hay ciertas personas que están más dotadas en un
asunto y menos en otro. Y hay gente que tiene el talento de encontrar nuevos
caminos, de cambiar las tendencias del conocimiento. En las sociedades
capitalistas, el progreso tecnológico y el progreso económico, han adelantado
mucho a raíz de esa gente. Si un hombre tiene una idea, tratará de encontrar
unas pocas personas suficientemente inteligentes para darse cuenta del valor de
su idea. Algunos capitalistas, que se atreven a mirar el futuro, que se dan
cuenta de las posibles consecuencias de la tal idea, comenzarán a ponerla a
trabajar. Otra gente, al principio, puede decir: ‘Son unos tontos’; pero
dejarán de decirlo cuando descubran que esta empresa, que ellos llamaban tonta.
Comienza a florecer, y que la gente está contenta comprando sus productos.
Bajo el sistema marxista, por lo
contrario, el supremo ente gubernamental primero debe convencerse del valor de
tal idea antes que se pueda continuar y desarrollarla. Esto puede ser una cosa
bastante difícil de realizar, ya que solamente el grupo en el más alto nivel –
o solamente el supremo dictador – tienen el poder de tomar decisiones. Y si
esta gente – debido a la pereza o a su avanzada edad o porque son poco
brillantes o poco instruidos – no es capaz de captar la importancia de la nueva
idea, entonces el nuevo proyecto no será llevado a cabo.
Podemos pensar en ejemplos de la
historia militar. Napoleón era ciertamente un genio en asuntos militares; tenía
un serio problema, sin embargo, y su incapacidad en resolver ese problema
culminó, finalmente, en su derrota y en su exilio en la soledad de Santa Elena.
El problema de Napoleón era; ‘¿Cómo conquistar Inglaterra?’. Para hacerlo,
necesitaba una armada para cruzar el Canal Inglés, y había gente que le decía
que existía una manera de efectuar ese cruce, gente que – en una época de
navegación a vela – habían traído la idea de buques a vapor. Pero Napoleón no
entendió esa propuesta.
También existió el Generalstab de
Alemania, el famoso Estado Mayor General alemán.
Antes de la Primera Guerra Mundial
estaba universalmente considerado como insuperable en sabiduría militar. Una
reputación similar disfrutaba el Estado Mayor del General Foch en Francia. Pero
ni los alemanes, ni los franceses – quienes más tarde derrotaron a los alemanes
bajo el liderazgo del General Foch – entendieron la importancia de la aviación
para objetivos militares. El Estado Mayor alemán opinó: ‘La aviación es
solamente para el placer, el volar bueno para la gente ociosa. Desde un punto
de vista militar, sólo los Zeppelín sin importantes’. Y el Estado Mayor francés
tenía la misma opinión.
Más tarde, durante el período entre la
Primera y la Segunda Guerra Mundial, hubo un general en los EEUU que estaba
convencido que la aviación sería muy importante en la próxima guerra. Pero
todos los otros expertos en los EEUU estaban en su contra. El general no pudo
convencerlos. Si se debe convencer a un grupo de gente que no depende directamente
de la solución de un problema, nunca se tendrá éxito. Esto es así también en
los problemas no económicos.
Ha habido pintores, poetas, escritores,
compositores que se quejaron que el público no reconoció su obra lo cual fue la
causa principal que permanecieran pobres. El público, ciertamente, puede haber
tenido una pobre manera de juzgar, pero cuando estos artistas dijeron: ‘El
gobierno debe sostener a los grandes artistas, pintores y escritores’ estaban
muy equivocados. ¿A quién debería el gobierno confiar la tarea de decidir si un
recién llegado es un gran pintor o no? Debería confiar en el criterio de los
críticos, y de los profesores de historia del arte que permanecen mirando el
pasado y rara vez han mostrado el talento para descubrir nuevos genios. Esta es
la gran diferencia entre un sistema de ‘planificación’ y un sistema en el que
cada uno puede planificar y actuar por sí mismo.
Es cierto, desde ya, que grandes
pintores y grandes escritores a menudo han tenido que soportar dificultades muy
grandes. Pueden haber tenido éxito en su arte pero no siempre en conseguir
dinero. Van Gogh, ciertamente, fue un gran pintor. Tuvo que atravesar
dificultades insoportables y, finalmente, cuando tenía treinta y siete años, se
suicidó.
Durante toda su vida vendió solamente una
pintura cuyo comprador era su primo. Aparte de esta única venta, vivió del
dinero de su hermano, que no era un artista ni un pintor. Pero el hermano de
Van Gogh entendía las necesidades de un pintor. Hoy no se puede comprar un Van
Gogh por menos de cien o doscientos mil dólares.
Bajo un sistema socialista, el destino
de Van Gogh podría haber sido diferente. Algún funcionario oficial habría
preguntado a algunos pintores bien conocidos (a quienes Van Gogh ni siquiera
los hubiera considerado artistas) si este joven, medio o totalmente loco, era
realmente un pintor digno de sostener. Y ellos, sin ninguna duda, habrían
contestado: ‘No, no es un pintor, no es un artista, es solamente un hombre que
desperdicia pintura’ y lo habrían enviado a una usina láctea o a un asilo de
locos. Por lo tanto todo este entusiasmo a favor del socialismo por una
creciente generación de pintores, poetas, músicos, periodistas, actores, está
basado sobre una ilusión. Menciono esto porque estos grupos están entre
los más fanáticos sostenedores de la idea socialista.
Cuando se llega al momento de elegir
entre el socialismo y el capitalismo como sistema económico, el problema es
algo diferente. Los autores del socialismo nunca sospecharon que la industria
moderna, y que todas las operaciones del negocio moderno, están basados sobre
el cálculo. Los ingenieros no son, de ninguna manera, los únicos que hacen
planes sobre la base de cálculos; los empresarios también deben hacerlos. Y los
cálculos de los empresarios están basados sobre el hecho que, en la economía de
mercado, los precios de las cosas, expresados en dinero, informan no sólo al
consumidor, sino que también proveen al empresario de información vital sobre
los factores de producción, siendo la principal función del mercado no
meramente determinar el costo de la última parte del proceso de
producción y transferencia de los bienes a las manos del consumidor, sino
también el costo de los pasos previos que llevan a esa última etapa. Todo el
sistema de mercado está ligado por el hecho que existe una división del
trabajo, mentalmente calculada, entre los varios empresarios que compiten unos
con otros pujando por los factores de producción – las materias primas, las
maquinarias, los instrumentos – y por el factor humano de la producción, la
remuneración pagada por el trabajo. Esta especie de cálculo hecho por el
empresario. No puede efectuarse en ausencia de los precios provistos por el
mercado. En el mismo momento en que se decide abolir el mercado – que es lo que
los socialistas querrían hacer – se convierten en inútiles todas las
computaciones y todos los cálculos de los ingenieros y de los técnicos. Los
tecnólogos pueden producir una gran cantidad de proyectos los cuales, desde el
punto de vista de las ciencias naturales, son todos igualmente factibles, pero
se requiere disponer de los cálculos del empresario, basados sobre el
mercado, para determinar con claridad cuál de los proyectos es más ventajoso
desde un punto de vista económico.
El problema que tratamos aquí es el
tema fundamental del cálculo económico capitalista en oposición al socialismo.
El hecho es que el cálculo económico, y como consecuencia toda la planificación
tecnológica, es posible solamente si hay precios expresados en dinero, no sólo
de los bienes de consumo, sino también de los factores de producción.
Esto significa que debe existir un
mercado para materias primas, uno para bienes semi terminados, otro para
herramientas y maquinarias Así como para todo tipo de trabajos y servicios
brindados por las personas.
Cuando este hecho fue descubierto, los
socialistas no sabían como responder. Por 150 años habían dicho: ‘Todos los
males en el mundo provienen del hecho que hay mercados y precios de mercado.
Deseamos abolir el mercado y con él, desde luego, la economía de mercado, y
substituirla por un sistema sin precios y sin mercados’ Deseaban abolir lo que
Marx llamaba ‘característica de commodity’ de los precios y del trabajo.
Cuando enfrentaron este nuevo problema,
los autores socialistas, no teniendo respuesta alguna, finalmente dijeron: ‘No
aboliremos el mercado totalmente, fingiremos que existe un mercado, jugaremos
al mercado como los niños juegan a la escuela’. Pero todos saben que cuando los
niños juegan a la escuela no aprenden nada. Es sólo un ejercicio, un juego,
y se puede ‘jugar’ a muchas cosas.
Este es un problema muy difícil y
complicado y para tratarlo en forma completa se necesita más tiempo que el que
aquí disponemos. Lo he explicado en detalle en mis escritos. En seis
conferencias no puedo entrar en el análisis de todos sus aspectos. Por lo tanto
les aconsejo, si están interesados en el problema fundamental de la
imposibilidad del cálculo y del planeamiento bajo el socialismo, que lean mi
libro Human Action, que está disponible en una excelente traducción al
español.
Pero lean otros libros, también, como
el libro del economista noruego Trigve Hoff, quién escribió sobre cálculo
económico. Y si no desean mirar desde un solo lado, recomiendo que lean el muy
respetado libro socialista sobre este asunto por el eminente economista polaco
Oskar Lange, que en algún momento fue profesor de una universidad en EEUU,
luego fue embajador de Polonia y más tarde volvió a Polonia.
Probablemente me pregunten ‘¿Qué hay de
Rusia? ¿Cómo manejan los rusos este asunto?’ Esto cambia el problema. Los rusos
operan su sistema socialista dentro de un mundo en el cual existen precios para
todos los factores de producción, para materias primas, para todo. Por lo
tanto, ellos pueden emplear, para su planificación, los precios en el exterior,
en el mercado mundial. Y dado que existen ciertas diferencias entre las
condiciones en Rusia y las mismas en EEUU, el resultado es que muy a menudo los
rusos consideran algo como justificado y aconsejable – desde su punto de vista
económico – que los americanos no lo considerarían económicamente justificable
en absoluto.
El ‘experimento soviético’, como fue
denominado, no nos prueba nada. No nos dice nada sobre el problema fundamental
del socialismo, el problema del cálculo económico. Pero, ¿podemos hablar de
ello como un experimento? No creo que exista cosa alguna como un experimento
científico en el campo de la acción humana y de la economía. No pueden
realizarse experimentos de laboratorio en el campo de la acción humana porque
un experimento científico requiere que se haga la misma cosa bajo condiciones
diferentes, o que se mantengan las mismas condiciones cambiando solamente un
factor. Por ejemplo, si se inyecta una medicación experimental en un animal
canceroso, el resultado puede ser que el cáncer desaparezca. Puede probarse
esto con varios animales del mismo tipo, que sufran el mismo tumor maligno. Si
se trata a algunos con el nuevo método y no se trata al resto, entonces pueden
compararse los resultados. Esto no puede hacerse en el campo de la acción
humana. No existen experimentos de laboratorio en la acción humana.
El así llamado ‘experimento soviético’
simplemente muestra que el nivel de vida es incomparablemente más bajo en la
Rusia Soviética que en el país que es considerado, por todo el mundo, como la
muestra del capitalismo: los EEUU.
Desde ya, si se le dice esto a un
socialista, él dirá: ‘Las cosas son maravillosas en Rusia’ Y se le contesta:
‘Puede que sean maravillosas, pero el nivel de vida es mucho más bajo’ Y él
responderá: ‘Sí, pero recuerde lo terrible que era para los Rusos vivir bajo
los zares y la terrible guerra que tuvimos que soportar’ No deseo entrar en una
discusión sobre si ésta es o no es una explicación correcta, pero si se niega
que las condiciones sean las mismas, se niega que fuera un experimento. Lo que
se le debe decir (que quizás sea mucho más correcto): ‘El socialismo en Rusia
no provocó un mejoramiento en las condiciones del hombre promedio que pueda ser
comparado con el mejoramiento de las condiciones, durante el mismo período, en
los EEUU’ En los EEUU se escucha sobre algo nuevo, sobre alguna mejora, casi
cada semana. Estas son mejoras generadas por los negocios, porque miles y miles
de empresarios intentan día y noche encontrar algún producto nuevo que
satisfaga al consumidor, mejor o más barato de producir, ó mejor y más
barato de producir que los productos existentes. No hacen esto por altruismo,
lo hace porque quieren ganar dinero. Y el efecto es que se tiene una mejora del
nivel de vida en los EEUU que es casi milagroso, cuando se compara con las
condiciones que existían cincuenta o cien años atrás. Pero en la Rusia
Soviética, donde no se tiene ese sistema, no existe una mejora comparable. Así
que aquella gente que nos dice que debemos adoptar el sistema soviético, están
terriblemente equivocados.
Hay algo más que debe mencionarse. El
consumidor americano, el individuo es tanto un comprador como in patrón. Cuando
se sale de una tienda en los EEUU, se puede encontrar un cartel que dice:
‘Gracias por su visita. Por favor, vuelva’. Pero cuando entra en una tienda en
un país totalitario – sea en la Rusia de hoy o en la Alemania bajo el régimen
de Hitler – el tendero dice: ‘Debe agradecer al gran líder por darle esto’ En
los países socialistas, no es el vendedor quien debe mostrarse agradecido, sino
el comprador. El ciudadano no es el patrón; el patrón es el Comité
Central, la Oficina Central.
Estos comités y líderes y dictadores
socialistas son supremos, y la gente simplemente tiene que obedecerles.
3 Luego denominado CENTRO DE ESTUDIOS
SOBRE LA LIBERTAD
4 En español en el original (N. del T.)
5 En español en el original (N. del T.)
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