Inflación
Si la provisión
de caviar fuera tan abundante como la provisión de papas, el precio del caviar
– esto es el tipo de intercambio entre el caviar y el dinero o entre el caviar
y otros productos – cambiaría considerablemente. En este caso se podría obtener
caviar a un sacrificio menor que el que se requiere actualmente. De la misma
manera, si se incrementa la cantidad de dinero, el poder de compra de la unidad
monetaria se reduce, y la cantidad de bienes que puede obtenerse por una unidad
de esa moneda también se reduce.
Cuando, en el
Siglo XVI, los depósitos de oro y plata en América fueron descubiertos y
explotados, enormes cantidades de los metales preciosos fueron transportadas a
Europa.
El resultado de
este incremento en la cantidad de dinero fue una tendencia general a un
movimiento hacia arriba de los precios en Europa. De la misma manera, en la
actualidad, cuando un gobierno incrementa la cantidad de papel moneda, el
resultado es que el poder de compra de la unidad de moneda comienza a caer, y
los precios a subir. Esto es denominado inflación. Desgraciadamente, en
los EEUU, como así también en otros países, la gente prefiere atribuir la causa
de la inflación no al incremento de la cantidad de moneda sino, más bien, al
incremento de los precios.
Sin embargo,
nunca ha habido algún argumento serio contra la interpretación económica de la
relación entre los precios y la cantidad de moneda, o el tipo de intercambio
entre el dinero y otros bienes, productos y servicios. Bajo las actuales
condiciones tecnológicas, nada hay más fácil que producir pedazos de papel
sobre los cuales se imprimen ciertas cantidades monetarias. En los EEUU, donde
todos los billetes son del mismo tamaño, no le cuesta más al gobierno imprimir
un billete de mil dólares que imprimir un billete de un dólar. Se trata
meramente de un procedimiento de impresión que requiere la misma cantidad de
papel y tinta.
En el Siglo
XVIII, cuando se hicieron los primeros intentos de emitir billetes de banco y
de otorgar a estos billetes de banco la característica de curso legal – esto
es, el derecho de ser aceptados en las transacciones de intercambio de la misma
manera en que eran aceptadas las piezas de oro y de plata – los gobiernos y las
naciones creyeron que los banqueros tenían algún conocimiento secreto que les
permitía – de la nada – producir riqueza. Cuando los gobiernos del Siglo XVIII
se encontraban en dificultades financieras, pensaban que lo único que
necesitaban era un banquero inteligente a la cabeza de su administración
financiera para deshacerse de las dificultades.
Algunos años
antes de la Revolución Francesa, cuando la realeza de Francia estaba en
problemas financieros, buscó un banquero así de inteligente y lo designó en una
alta posición. Este hombre era, en todos los aspectos, lo opuesto de la gente
que, hasta ese momento, había gobernado Francia. Primero que todo, no era un
francés, era un extranjero – un suizo de Ginebra – Jacques Necker. Segundo, no
era un miembro de la aristocracia, era un hombre del común. Y lo que era aún
más importante en la Francia del Siglo XVIII, no era católico, era protestante.
Y así, Monsieur Necker, el padre de la famosa Madame de Staël, se convirtió en
el Ministro de Finanzas, y todos esperaban que él resolviera los problemas
financieros de Francia. Pero a pesar del altísimo grado de confianza que
disfrutaba Monsieur Necker, el tesoro real permanecía vacío; el mayor error de
Monsieur Necker había sido su intento de financiar la ayuda a los colonos Norte
Americanos en su guerra de independencia contra Inglaterra, sin aumentar los
impuestos.
Este era
ciertamente el camino equivocado para acometer la solución de las dificultades
financieras de Francia.
No existe un
camino secreto para la solución de los problemas financieros de un gobierno; si
necesita dinero, tiene que obtener el dinero gravando con impuestos a sus
ciudadanos (o, bajo condiciones especiales, tomando préstamos de la gente que
tenga el dinero) Pero muchos gobiernos, podríamos decir casi todos los
gobiernos, piensan que hay otro método para obtener el dinero que necesitan:
simplemente imprimirlo.
Si el gobierno
desea hacer algo beneficioso – si, por ejemplo, desea construir un hospital –
la manera de encontrar el dinero que necesita para este proyecto es gravar con
impuestos a los ciudadanos y construir el hospital con los ingresos
provenientes de los impuestos. Y entonces no ocurrirá ninguna ‘revolución de
precios’ ya que cuando el gobierno cobra el dinero para la construcción del
hospital, los ciudadanos – habiendo pagado los impuestos – están forzados a
reducir sus gastos. El contribuyente está forzado a reducir ya sea sus
consumos, sus inversiones o sus ahorros. El gobierno, apareciendo en el mercado
como un comprador, reemplaza al ciudadano: el individuo compra menos,
pero el gobierno compra más. El gobierno, desde luego, no siempre compra
los mismos bienes que los ciudadanos habrían comprado, pero en promedio no
existe incremento alguno en los precios debido a que el gobierno construya un
hospital. Elijo este ejemplo porque la gente a veces dice: ‘Hay una diferencia
si el gobierno usa su dinero para buenos o malos fines’ Deseo suponer que el
gobierno siempre usa el dinero que ha impreso con los mejores fines –
fines con los cuales todos estamos de acuerdo. Pero no es la manera en
que el dinero es utilizado, sino la forma en que el dinero es obtenido,
lo que provoca esas consecuencias que llamamos inflación y que la mayor parte
de la gente en el mundo actualmente no considera beneficiosa.
Por ejemplo,
sin inflar la cantidad de dinero, el gobierno podría usar el dinero proveniente
de impuestos para tomar nuevos empleados o para aumentar los sueldos de
aquellos que ya están al servicio del gobierno. Entonces esta gente, cuyos
salarios han sido incrementados, están en posición de comprar más- Cuando el
gobierno grava con impuestos a los ciudadanos y usa ese dinero para aumentar
los sueldos de los empleados del gobierno, los contribuyentes tienen menos para
gastar, y los empleados públicos tienen más. Los precios, en general, no se
incrementarán.
Pero si el
gobierno no usa el dinero proveniente de impuestos para este objetivo, y si en
cambio usa dinero recién impreso, significa que habrá gente que ahora tiene más
dinero en tanto que otra gente tendrá la misma cantidad que tenía antes. Así,
aquellos que recibieron el dinero recién impreso estarán compitiendo con
aquella gente que ya antes era compradora. Y dado que no hay más productos
que los que existían antes pero hay más dinero en el mercado – y dado
que hay ahora gente que hoy puede comprar más que lo que podría haber comprado
ayer – habrá una demanda adicional por la misma cantidad de bienes. Como
consecuencia, los precios tenderán a subir. Esto no puede evitarse, no importa
el uso que se le dé a este dinero recién emitido. Y más importante aún, esta
tendencia de los precios de ir hacia arriba se desarrollará paso a paso; no es
un movimiento general hacia arriba de lo que ha sido denominado ‘nivel de
precios’. La expresión metafórica ‘nivel de precios’ nunca debe usarse. Cuando
la gente habla de un ‘nivel de precios’ piensa en la imagen del nivel de un
líquido que va hacia arriba o hacia debajo de acuerdo con el aumento o reducción
de su cantidad, pero que, como el líquido en un tanque, siempre sube
uniformemente. Pero en los precios no existe tal cosa como un ‘nivel’. Los
precios no cambian con la misma amplitud y en el mismo momento. Siempre hay
precios que cambian más rápidamente, subiendo o bajando más rápidamente que
otros precios. Y existe una razón para ello.
Considere el
ejemplo del empleado público que recibió ese nuevo dinero agregado al dinero
circulante. La gente no compra hoy precisamente los mismos bienes y en las mismas
cantidades en que lo hizo ayer. El dinero adicional que el gobierno imprimió e
introdujo en el mercado no es utilizado para comprar todos los bienes y
servicios. Es utilizado para la compra de ciertos bienes, cuyos precios
subirán, mientras que otros productos se mantendrán en los mismos precios
vigentes antes que el nuevo dinero fuera puesto en el mercado. Por ello, cuando
la inflación comienza, diferentes grupos dentro de la población son afectados
por esta inflación en forma diferente. Aquellos grupos que consiguen el nuevo
dinero son los primeros en ganar un beneficio temporario.
Cuando el
gobierno infla la cantidad de dinero para librar una guerra, tiene que comprar
municiones, y los primeros en obtener el dinero adicional son los fabricantes
de municiones y los trabajadores de esas industrias. Estos grupos están ahora
en una posición muy favorable. Tienen mayores ganancias y mayores sueldos; su
negocio se mueve. ¿Por qué? Porque ellos fueron los primeros en recibir el
dinero adicional. Y teniendo ahora más dinero a su disposición, están
comprando. Y están comprando a otra gente que está fabricando y vendiendo los
productos que desean estos fabricantes de municiones. Esta otra gente forma un
segundo grupo. Y este segundo grupo considera a la inflación como muy buena
para los negocios. ¿Por qué no? ¿No es maravilloso vender más? Por ejemplo,
dice el propietario de un pequeño restaurante en la vecindad de una fábrica de
municiones: ‘¡Es realmente fabuloso! Los trabajadores de la fábrica de
municiones tienen más dinero, hay muchos más trabajadores ahora que antes,
todos vienen a mi restaurante. Estoy muy feliz por eso’. No ve razón alguna
para pensar de otra manera.
Esta es la
situación: aquella gente a quien el dinero llega primero ahora tiene un mayor
ingreso y todavía pueden comprar muchos productos y servicios a precios que
corresponden a la anterior situación del mercado, la situación que existía al
comienzo de la inflación. Por consiguiente están en una posición favorable. Y
así la inflación continúa paso a paso, de un grupo de la población a otro. Y
todos aquellos a quienes el dinero adicional les llega al principio de la
situación inflacionaria se benefician, porque están comprando algunas cosas a
precios todavía correspondientes a la fase previa del tipo de intercambio entre
el dinero y los bienes.
Pero existen
otros grupos en la población a quienes este dinero adicional les llega mucho,
mucho más tarde. Esta gente está en una posición desfavorable. Antes que
ese dinero adicional les llegue, están forzados a pagar mayores precios que los
que pagaban antes por algunos – o por prácticamente todos – los productos que
desean comprar en tanto que su ingreso ha continuado siendo el mismo, o no se
ha incrementado proporcionalmente con los precios Considere, por ejemplo, un
país como los EEUU durante la Segunda Guerra Mundial; por un lado, la inflación
de esa época favoreció a las industrias fabricantes de municiones, los
fabricantes de armas, los trabajadores de esas empresas, mientras que por otro
lado operó en contra de otros grupos de la población. Y los que sufrieron las
mayores desventajas por la inflación fueron los maestros y los ministros
religiosos.
Como saben, un
ministro religioso es una persona muy modesta que sirve a Dios y no debe hablar
demasiado sobre el dinero. Los maestros, asimismo, son personas muy dedicadas
quienes se supone deben pensar más sobre la educación de los jóvenes que sobre
sus salarios. Por consiguiente, los maestros y los ministros religiosos,
estuvieron entre aquellos que fueron más penalizados por la inflación, ya que
las diferentes escuelas e iglesias fueron los últimos en darse cuenta que
debían subir los sueldos. Cuando los consejeros de las iglesias y las entidades
escolares finalmente descubrieron que, después de todo, también debían
aumentarse los salarios de esa gente tan dedicada, las pérdidas anteriores que
habían sufrido quedaron sin solucionar.
Por un largo
tiempo, tuvieron que comprar menos que lo que compraban antes, reducir su
consumo de alimentos mejores y más costosos, restringir su compra de ropa, ya
que los precios se habían ajustado hacia arriba, en tanto que sus ingresos, sus
salarios, no habían sido todavía aumentados (Esta situación ha cambiado
considerablemente en la actualidad, por lo menos para los maestros) Por lo
tanto, existen siempre diferentes grupos en la población afectados en forma
diferente por la inflación. Para algunos de ellos, la inflación no es tan mala;
más aún, piden que continúe porque son los primeros en obtener provecho de
ella. Veremos en la próxima conferencia cómo esta desigualdad en las
consecuencias de la inflación afecta vitalmente las políticas que llevan hacia
la misma.
Bajo estos
cambios provocados por la inflación, tenemos grupos que son favorecidos por la
misma y grupos de ‘especuladores’, que están directamente especulando. No uso
el término ‘especulador’ como un reproche a esta gente, ya que si a alguien
debe responsabilizarse, es al gobierno, que estableció la inflación. Y siempre
hay grupos que favorecen la inflación, porque se dan cuenta de lo que
sucede más rápidamente que el resto de la gente. Sus ganancias especiales se
deben al hecho que necesariamente habrá desigualdad en el proceso
inflacionario.
El gobierno
puede pensar que la inflación – como método de allegar fondos – es mejor que
gravar con impuestos que siempre es impopular y dificultoso. En muchas naciones
ricas y grandes los legisladores han a menudo discutido, por meses y meses, las
diferentes formas de nuevos impuestos que se volvían necesarios ya que el parlamento
había decidido incrementar los gastos. Habiendo discutido diferentes métodos de
obtener el dinero por medio de impuestos, finalmente decidían que quizás era
mejor hacerlo por medio de la inflación.
Pero desde ya
la palabra ‘inflación’ no era utilizada. El político en el poder que avanza
hacia la inflación no anuncia: ‘Estoy avanzando hacia la inflación’ Los métodos
técnicos para lograr la inflación son tan complicados que el ciudadano común no
se da cuenta que la inflación ha empezado.
Una de las
mayores inflaciones en la historia ocurrió en el Reich Alemán después de la
Primera Guerra Mundial. La inflación no fue tan importante durante la
guerra; fue la inflación después de la guerra lo que provocó la
catástrofe. El gobierno no dijo: ‘Estamos avanzando hacia la inflación’ El
gobierno simplemente tomó dinero prestado, muy indirectamente, del banco
central. El gobierno no tenía que preguntar cómo el banco central encontraría y
entregaría el dinero. El banco central simplemente lo imprimió.
En la actualidad
las técnicas para realizar la inflación se complican por el hecho que existe el
dinero de chequera. Supone otras técnicas, pero el resultado es el mismo. De un
plumazo el gobierno crea dinero por decreto (fiat money), aumentando así
la cantidad de dinero y crédito. Simplemente el gobierno emite una orden, y el
dinero por decreto aparece.
Al gobierno no
le preocupa, al principio, que algunas personas pierdan, no le preocupa que los
precios se vayan para arriba. Los legisladores dicen: ‘¡Este es un sistema maravilloso!’
Pero este sistema maravilloso tiene una debilidad fundamental: no puede durar.
Si la inflación pudiera seguir eternamente, no tendría sentido indicar a los
gobiernos que no deben inflar la cantidad de dinero. Pero la verdad sobre la
inflación es que, tarde o temprano, debe terminar. Es una política que no puede
durar.
En el largo
plazo la inflación termina destruyendo la moneda; se llega a una catástrofe, a
una situación como la Alemania en 1923. El 1º de Agosto de 1914 el valor del
dólar era de cuatro marcos y veinte pfennings. Nueve años y tres meses más
tarde, en Noviembre de 1923, el valor del dólar era 4,2 trillones de marcos. En
otras palabras, el marco no valía nada, nunca más tuvo algún valor.
Hace algunos
años, un famoso autor, John Maynard Keynes, escribió: ‘En el largo plazo,
estamos todos muertos’ Tengo el pesar de decirles que esto ciertamente es
verdad. Pero la pregunta es ¿cuán corto o largo será el corto plazo? En el
Siglo XVIII existió una famosa dama, Madame de Pompadour, a quien se le
atribuye el dicho: ‘Après nous le déluge’ (‘Después de nosotros el diluvio’)
Madame de Pompadour tuvo la suerte de morirse en el corto plazo. Pero su
sucesora en el puesto, Madame du Barry, sobrevivió el corto plazo y fue
guillotinada en el largo plazo. Para mucha gente el ‘largo plazo’ rápidamente
se convierte en el ‘corto plazo’ – y el mayor tiempo que continúe la inflación,
más rápido se cumplirá el ‘corto plazo’.
¿Cuánto puede
durar el ‘corto plazo’? ¿Durante cuánto tiempo puede un banco central continuar
con la inflación? Probablemente todo el tiempo que la gente continúe convencida
que el gobierno, tarde o temprano, pero ciertamente no demasiado tarde, dejará
de imprimir dinero y de ese modo detendrá la reducción del valor de la unidad de
moneda.
Cuando la gente
no crea más en ello, cuando se den cuenta que el gobierno seguirá y seguirá sin
intención alguna de detenerse, entonces comenzarán a entender que mañana los
precios serán más altos que hoy. Entonces comenzarán a comprar a cualquier
precio, haciendo que los precios suban a tales alturas que el sistema monetario
se destroza.
Me refiero al
caso de Alemania, que el mundo entero estaba observando. Muchos libros han
descrito los eventos de esa época (Aunque yo no soy alemán, sino austriaco,
pude ver todo desde adentro: en Austria, las condiciones no eran muy diferentes
de las de Alemania, ni eran muy diferentes en muchos otros países europeos) Por
varios años el pueblo alemán creyó que su inflación era un asunto temporario,
que pronto terminaría. Lo creyeron por casi nueve años, hasta el verano de
1923. Entonces, finalmente, empezaron a dudar. Como la inflación continuaba, la
gente pensó que era más prudente comprar cualquier cosa disponible en lugar de
guardar el dinero en sus bolsillos. Además razonaron que no se debía dar
préstamos en dinero, sino que era una buena idea ser un deudor. Y así la
inflación continuaba alimentándose a sí misma.
Y la inflación
continuó en Alemania hasta, exactamente, el 20 de Noviembre de 1923. Las masas
habían creído que el dinero inflacionario era dinero real, pero entonces
hallaron que las condiciones habían cambiado. Hacia el final de la inflación
alemana, en el otoño de 1923, las fábricas alemanas pagaban a sus trabajadores,
cada mañana, por adelantado, el salario del día. Y el trabajador, que llegaba a
la fábrica con su esposa, le entregaba inmediatamente su salario – todos los
millones que le pagaban. Y la señora inmediatamente iba a una tienda a comprar
alguna cosa, sin importar qué. Ella se daba cuenta lo que la mayor parte de la
gente ya sabía en ese momento – que durante la noche, de un día para el otro,
el marco perdía el 50% de su poder de compra. El dinero, como el chocolate en
un horno caliente, se derretía en los bolsillos de la gente. Esta última fase
de la inflación alemana no duró mucho tiempo; después de unos pocos días, toda
la pesadilla se había terminado: el marco no tenía valor y debió crearse una
nueva moneda.
Lord Keynes, el
mismo que dijo que en el largo plazo todos estamos muertos, fue uno de una
larga lista de autores inflacionistas del Siglo XX. Todos escribieron contra el
valor oro (gold standard – equivalente de la moneda en oro) Cuando
Keynes atacó el valor oro, lo llamó una ‘reliquia bárbara’. Y la mayor parte de
la gente actualmente considera ridículo hablar de una vuelta al valor oro. En
los EEUU, por ejemplo, se considera que uno es un soñador si dice: ‘Más tarde o
más temprano los EEUU deberán retornar al gold standard’ Pero el gold
standard tiene una virtud tremenda: la cantidad de dinero bajo el gold
standard es independiente de las políticas de los gobiernos y de los
partidos políticos. Ésta es su ventaja. Es una forma de protección contra los
gobiernos despilfarradores. Si, bajo el gold standard, a un gobierno se
le requiere gastar dinero para algo nuevo, el ministro de finanzas puede decir:
‘Y donde consigo el dinero? Dígame, primero, como haré para encontrar el dinero
para este gasto adicional’ Bajo un sistema inflacionario, nada es más simple de
hacer para los políticos que ordenar a la imprenta del gobierno proveerles
cuanto dinero necesiten para sus proyectos. Bajo un gold standard, un
gobierno sano tiene una mejor oportunidad; sus líderes pueden decirle al pueblo
y a los políticos: ‘No podemos hacerlo a menos que subamos los impuestos’. Pero
bajo condiciones inflacionarias, la gente adquiere el hábito de considerar al
gobierno como una institución con medios ilimitados a su disposición: el
estado, el gobierno, puede hacer cualquier cosa. Si, por ejemplo, la nación
desea un nuevo sistema de carreteras, se espera que el gobierno lo construya.
Pero ¿dónde obtendrá el dinero el gobierno? Uno podría decir que en los EEUU
hoy – y aún en el pasado bajo McKinley – el partido Republicano estaba más o
menos a favor del dinero sano y del gold standard, y el partido
Demócrata estaba a favor de la inflación, desde ya no la inflación de papel,
sino la inflación metálica, de la plata.
Fue, sin
embargo un presidente Demócrata de los EEUU, el Presidente Cleveland, quien
hacia fines de los 1880s vetó una decisión del Congreso de dar una pequeña suma
– alrededor de u$s 10.000 – para ayudar a una comunidad que había sufrido un
cierto desastre. Y el Presidente Cleveland justificó su veto escribiendo: ‘En
tanto es el deber de los ciudadanos mantener al gobierno, no es el deber del
gobierno mantener a los ciudadanos’ Esto es algo que cada estadista debería
escribir en la pared de su oficina para mostrarle a la gente que llega pidiendo
dinero.
Estoy algo
avergonzado por la necesidad de simplificar estos problemas. Hay tantos
problemas complejos en el sistema monetario, y yo no hubiera escrito volúmenes
sobre ellos si fueran tan simples como estoy describiéndolos aquí. Pero los
conceptos fundamentales son precisamente éstos: si incrementa la cantidad de
moneda, provoca la reducción del poder de compra de la unidad monetaria. Esto
es lo que no le gusta a la gente cuyos asuntos privados son desfavorablemente
afectados. La gente que no se beneficia de la inflación, es la gente que se
queja.
Si la inflación
es perjudicial, y la gente se da cuenta de ello, ¿por qué se ha convertido casi
en una forma de vida en todos los países? Aún algunos de los más ricos países
sufren esta enfermedad. Los EEUU son, en la actualidad, el más rico país del
mundo, con el más alto nivel de vida. Cuando se viaja por los EEUU, se descubre
que hay una constante conversación sobre la inflación y la necesidad de
detenerla. Pero solamente hablan, no actúan.
Para darles
solamente algunos hechos: después de la Primera Guerra Mundial, Gran Bretaña
retornó a la paridad de la libra en oro que tenía antes de la guerra. Esto es,
revaluó la libra hacia arriba. Esto incrementó el poder de compra de los
salarios de todos los trabajadores. En un mercado libre, sin trabas, el salario
nominal en dinero debería haber caído para compensar esto, y el
salario real de los trabajadores no habría sufrido.
No nos da el
tiempo aquí para discutir las razones de este aserto. Pero los sindicatos en
Gran Bretaña no estaban deseosos de aceptar un ajuste hacia abajo de los
niveles en dinero de los salarios en razón del aumento del poder de compra. En
consecuencia, los salarios reales aumentaron considerablemente por estas
medidas monetarias. Esta fue una seria catástrofe para Gran Bretaña, ya que
este país es predominantemente un país industrial, que debe importar sus
materias primas, productos a medio elaborar y alimentos para poder vivir, y
tiene que exportar productos manufacturados para poder pagar dichas
importaciones. Con el incremento del valor internacional de la libra, los
precios de las mercaderías británicas crecieron en los mercados extranjeros y
las ventas y exportaciones declinaron. Gran Bretaña, en efecto, había
establecido sus precios fuera del mercado mundial.
Los sindicatos
no podían ser derrotados. Todos conocen el poder de un sindicato en la
actualidad. Tiene el derecho, prácticamente el privilegio, de recurrir a la
violencia. Y una orden del sindicato es, por lo tanto, digamos no menos
importante que un decreto gubernamental. El decreto del gobierno es una orden
para cuyo cumplimiento se encuentra disponible el aparato estatal, la policía.
Deben obedecerse los decretos del gobierno, de lo contrario se tendrán
dificultades con la policía. Lamentablemente, tenemos hoy – en casi todos los
países del mundo – un segundo poder que tiene la posibilidad de ejercitar la
fuerza: los sindicatos obreros. Los sindicatos establecen salarios y luego
hacen una huelga para ponerlos en práctica en la misma manera en que el
gobierno puede decretar un nivel de salario mínimo. No discutiré ahora la
cuestión de los sindicatos, lo haré después. Sólo deseo dejar establecido que
es la política de los sindicatos incrementar los salarios a niveles por
encima de los niveles que tendrían en un mercado libre, sin trabas. Como
resultado, una parte considerable de la potencial fuerza laboral puede ser
empleada solamente por gente o industrias que estén dispuestas a sufrir
pérdidas. Y, dado que los negocios no pueden mantenerse sufriendo pérdidas,
cierran sus puertas y los empleados se convierten en desempleados. El
establecer niveles de salarios por arriba del nivel que tendrían en un mercado
libre y sin trabas resulta siempre en el desempleo de una parte considerable de
la potencial fuerza laboral.
En Gran
Bretaña, el resultado de los altos niveles de salarios, forzados por los
sindicatos, fue un perdurable desempleo, prolongado año tras año. Millones de
trabajadores estaban sin empleo, los volúmenes de producción caían. Inclusive
los expertos estaban perplejos.
En esta
situación el gobierno Británico tomó una decisión que consideró una medida
indispensable, de emergencia: devaluó su moneda.
El resultado
fue que el poder de compra de los salarios en dinero, sobre los cuales
los sindicatos habían insistido, no era más el mismo. Los salarios reales,
los salarios medidos en bienes, quedaron reducidos. Ahora al trabajador
no le era posible comprar todo lo que le había sido posible comprar antes, aún
cuando el salario nominal permanecía en el mismo nivel. De esta manera, se
pensó, los salarios reales retornarían a los niveles de un mercado libre
y el desempleo desaparecería.
Esta medida –
la devaluación – por otros países como Francia, Holanda y Bélgica. Un país,
inclusive, recurrió a esta medida dos veces en el período de un año y medio.
Ese país era Checoslovaquia. Era un método subrepticio, digamos, para frustrar
el poder de los sindicatos. Pero, sin embargo, no podría llamársele un éxito
real.
Pocos años
después, la gente, los trabajadores, aún los sindicatos, comenzaron a entender
lo que estaba sucediendo. Llegaron a entender que la devaluación de la moneda
había reducido sus salarios reales. Los sindicatos tenían el poder para
oponerse a esto.
En muchos
países insertaron una cláusula en los contratos laborales en el sentido que los
salarios en dinero deben incrementarse automáticamente con el incremento
registrado en los precios. A esto se lo denomina indexación. Los
sindicatos se hicieron conscientes de los índices. Y así, este método de
reducir el desempleo, que el gobierno de Gran Bretaña comenzó en 1931, y que
fue luego adoptado por casi todos los gobiernos importantes, éste método de
‘resolver el desempleo’ hoy ya no funciona.
En 1936, en su
Teoría General de Empleo, Interés y Dinero, Lord Keynes lamentablemente elevó
este método – las medidas de emergencia del período entre 1929 y 1933 – a la
categoría de principio, de un fundamental sistema de política. Y lo
justificó, en efecto, diciendo: ‘El desempleo es malo. Si desea que el
desempleo desaparezca, debe incrementar la cantidad de moneda’ Entendía muy
bien que los niveles de los salarios pueden ser demasiado altos para el
mercado, esto es, demasiado altos para hacer rentable a un empleador
incrementar su fuerza laboral, por lo tanto demasiado altos desde el punto de
vista del total de la población laboral, dado que con niveles de
salarios por arriba del nivel de mercado impuestos por los sindicatos,
solamente una parte de los que están ansiosos por ganar un sueldo, puedan
obtener un trabajo.
Y Keynes, en
efecto, dijo: ‘Ciertamente, el desempleo masivo, prolongado año tras año, es
una muy insatisfactoria condición’ Pero en vez de sugerir que los niveles de
los salarios podían y debían ser ajustados a las condiciones del mercado, en
realidad dijo: ‘Si uno devalúa la moneda y los trabajadores no son
suficientemente inteligentes para darse cuenta, no ofrecerán resistencia contra
una caída en los niveles de los salarios reales, en tanto los niveles de
salarios nominales permanezcan iguales’ En otras palabras, Lord Keynes decía
que si una persona obtiene hoy el mismo monto en libras esterlinas que el que
obtenía antes que la moneda fuera devaluada, no se daría cuenta que, de hecho,
ahora está obteniendo menos.
En lenguaje un
poco chapado a la antigua, Keynes proponía engañar a los trabajadores.
En vez de
declarar abiertamente que los niveles de los salarios deben ser ajustados a las
condiciones del mercado – porque, si no lo son, una parte de la fuerza laboral
inevitablemente quedará desocupada – dijo en efecto: ‘El ‘pleno empleo’ sólo
puede alcanzarse si tiene inflación. Engañe a los trabajadores’ El aspecto más
interesante, sin embargo, es que cuando la Teoría General fue publicada, ya no
era posible engañar, pues la gente se había vuelto consciente de los índices.
Pero permanecía el objetivo de ‘pleno empleo’. ¿Qué significa ‘pleno empleo’?
Tiene que ver con un mercado libre y sin trabas, que no sea manipulado por los
sindicatos o por el gobierno. En este tipo de mercado, el nivel de salario para
cada tipo de tarea tiende a llegar a un punto en el cual todo aquel que desea
un trabajo puede obtenerlo y cada empleador puede contratar tantos trabajadores
como necesite. Si hay un incremento en la demanda de trabajadores, el nivel de
salarios tenderá a ser más alto, y si se necesitan menos trabajadores, el nivel
del salario tenderá a caer.
El único método
por el cual puede obtenerse una situación de ‘pleno empleo’ es a través del
mantenimiento de un mercado laboral libre, sin trabas. Esto es válido tanto
para todo tipo de trabajo como para todo tipo de mercadería.
Qué hace un
empresario que desea vender cierta mercadería por cinco dólares la unidad?
Cuando no puede venderla a ese precio, el término técnico de negocios en los
EEUU es ‘el inventario no se mueve’ Pero debe moverse. No puede retener
mercaderías porque debe comprar algo nuevo ya que la moda está cambiando.
Entonces vende a un precio más bajo. Si no puede vender la mercadería por cinco
dólares, debe venderla por cuatro. Si no puede venderla por cuatro, debe
venderla por tres. No tiene otra alternativa en tanto permanezca en el negocio.
Puede que sufra pérdidas pero estas pérdidas se deben al hecho que su previsión
del mercado para su producto, era errónea.
Lo mismo sucede
con miles y miles de jóvenes que cada día vienen de los distritos rurales y
llegan a las ciudades con el ánimo de ganar dinero. Así sucede en todas las
naciones industriales. En los EEUU vienen a la ciudad con la idea de ganar,
digamos, cien dólares a la semana. Así, si un hombre no puede conseguir un
trabajo por cien dólares a la semana, debe tratar de obtener un trabajo por
noventa u ochenta dólares a la semana, o aún menos. Pero si dijera – como los
sindicatos dicen – ‘cien dólares a la semana o nada’ probablemente permanezca
desempleado. (A muchos no les preocupa estar desempleados dado que el gobierno
les paga beneficios por desempleo – que salen de gravámenes especiales
impuestos a los empleadores – que son a veces casi tan altos como los salarios
que el hombre recibiría si estuviera empleado) Dado que un cierto grupo de
gente cree que el ‘pleno empleo’ puede ser alcanzado solamente con inflación,
la inflación es tolerada en los EEUU. Pero la gente empieza a discutir esta
cuestión: deberíamos tener una moneda sólida con desempleo o inflación con
‘pleno empleo’? Este es – de hecho – un análisis malicioso.
Para enfrentar
este problema debemos hacernos esta pregunta: ¿cómo puede uno mejorar la
condición de los trabajadores y de todos los otros grupos de la población? La
respuesta es: a través del mantenimiento de un mercado laboral libre, sin
trabas y así alcanzar el ‘pleno empleo’. Nuestro dilema es, ¿será el mercado
que determine el nivel de los salarios o serán determinados por la presión y la
compulsión de los sindicatos? El dilema no es, ¿‘tendremos inflación o
desempleo’? Este equivocado análisis del problema es usado como argumento en
Inglaterra, en los países industrializados de Europa y aún en los EEUU. Y
alguna gente dice: ‘Veamos, aún los EEUU están produciendo inflación. ¿Por qué no
podemos también nosotros hacerlo’? A esta gente, antes que nada, debería
responderle: ‘Uno de los privilegios del hombre rico es que puede permitirse el
lujo de ser tonto por más tiempo que el hombre pobre’ Y esta es la situación en
los EEUU. La política financiera de los EEUU es muy mala y se está volviendo
peor. Quizás los EEUU pueden darse el lujo de ser tontos por un poco más de
tiempo que otros países.
La cosa más
importante para recordar es que la inflación no es un acto de Dios; la
inflación no es una catástrofe de la naturaleza ni una enfermedad que llega
como una plaga. La inflación es una política – una política deliberada
de la gente que recurre a la inflación porque consideran que es un mal menor
que el desempleo. Pero el hecho es que, en el no muy largo plazo, la inflación no
cura el desempleo.
La inflación es
una política. Y una política puede ser cambiada. Por lo tanto no hay razón
alguna para rendirnos ante la inflación. Si uno considera que la inflación es
un mal uno tiene que parar de provocarla. Se debe balancear el presupuesto del
gobierno. Desde luego, la opinión pública debe dar soporte a esta acción; los
intelectuales deben ayudar a la gente a entender el problema. Si se obtiene el
soporte de la opinión pública, desde ya que es posible – para los
representantes elegidos por el pueblo – abandonar las políticas inflacionarias.
Debemos recordar que en el largo plazo puede que estemos todos muertos, y
ciertamente lo estaremos. Pero debemos arreglar nuestros asuntos terrenales –
para el corto plazo en que nos toca vivir – de la mejor manera posible. Y una
de las medidas necesarias para ese objetivo es abandonar las políticas
inflacionarias.
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